La oración es vital para la vida
El poder de cristiano se encuentra en la oración no importa que tan grande sea tu problema cuéntaselo a Dios y espera la repuesta del señor, que es lo mejor para cada uno de nosotros, recuerda que la fe mueve montañas, pide creyendo que el señor ara y veras milagros en tu vida.
¿Por qué deseas que oremos?
Motivación para orar
Si el Salvador de los hombres, el Hijo de Dios, sintió la necesidad de la oración, cuánto más los mortales débiles y pecadores deberían sentir la necesidad de la oración ferviente y constante.
El Médico divino está presente en la pieza del enfermo; oye toda palabra de las oraciones a él elevadas con la sencillez de la verdadera fe. Sus discípulos de hoy han de orar por los enfermos tanto como los discípulos de antaño. Y habrá restablecimientos; porque “la oración de fe salvará al enfermo”
Dios está tan dispuesto hoy a sanar a los enfermos como cuando el Espíritu Santo pronunció aquellas palabras por medio del salmista. Cristo es el mismo Médico compasivo que cuando desempeñaba su ministerio terrenal. En él hay bálsamo curativo para toda enfermedad, poder restaurador para toda dolencia. Sus discípulos de hoy deben rogar por los enfermos con tanto empeño como los discípulos de antaño. Y se realizarán curaciones, pues “la oración de fe salvará al enfermo”. Tenemos el poder del Espíritu Santo y la tranquila seguridad de la fe para aferrarnos a las promesas de Dios. La promesa del Señor: “Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Marcos 16:18), es tan digna de crédito hoy como en tiempos de los apóstoles, pues denota el privilegio de los hijos de Dios, y nuestra fe debe apoyarse en todo lo que ella envuelve. Los siervos de Cristo son canales de su virtud, y por medio de ellos quiere ejercitar su poder sanador. La tarea nuestra es llevar a Dios en brazos de la fe a los enfermos y dolientes. Debemos enseñarles a creer en el gran Médico
Al orar por los enfermos debemos recordar que “no sabemos orar como se debe”. Romanos 8:26 (VM). No sabemos si el beneficio que deseamos es el que más conviene. Por tanto, nuestras oraciones deben incluir este pensamiento: “Señor, tú conoces todo secreto del alma. Conoces también a estas personas. Su Abogado, el Señor Jesús, dio su vida por ellas. Su amor hacia ellas es mayor de lo que puede ser el nuestro. Por consiguiente, si esto puede redundar en beneficio de tu gloria y de estos pacientes, te pedimos, en nombre de Jesús, que les devuelvas la salud. Si no es tu voluntad que así sea, te pedimos que tu gracia los consuele, y que tu presencia los sostenga en sus padecimientos”.
Esforcémonos para caminar en la luz, así como Cristo está en la luz. El Señor quitó la aflicción de Job cuando él oró no sólo por sí mismo sino por los que se le oponían. Cuando deseó fervientemente que se ayudara a las almas que habían pecado contra él, [entonces] él mismo recibió ayuda. Oremos no sólo por nosotros mismos sino también por los que nos han hecho daño y continúan perjudicándonos. Orad, orad sobre todo mentalmente. No deis descanso al Señor; pues sus oídos están abiertos para oír las oraciones sinceras, insistentes, cuando el alma se humilla ante él
Como estaba revestido de humanidad, sentía la necesidad de la fuerza de su Padre. Tenía lugares selectos para orar. Se deleitaba en mantenerse en comunión con su Padre en la soledad de la montaña. En este ejercicio, su alma santa y humana se fortalecía para afrontar los deberes y las pruebas del día. Nuestro Salvador se identifica con nuestras necesidades y debilidades, porque elevó sus súplicas nocturnas para pedir al Padre nuevas reservas de fuerza, a fin de salir vigorizado y refrigerado, fortalecido para afrontar el deber y la prueba. El es nuestro ejemplo en todo.